Mateo 17:1-9/Matthew 17:1-9
Mariposas
Cuando era un niño, recuerdo que mis papas leyeron un libro que se llamaba La Oruga Muy Hambrienta. Cuantos de Uds. han leído este libro? Es ecrito por Eric Carle. Es muy corto. Y lo voy a leer:
Al claro de luna reposa un huevecillo sobre una hoja. Un domingo de mañana, salió el tibio sol, del huevo salió una oruga diminuta y muy hambrienta.
Enseguida empezó a buscar comida…
El lunes comió, comió y atravesó una manzana, pero aún seguía hambrienta.
El martes comió, comió y atravesó dos peras, pero aún seguía hambrienta.
El miércoles comió, comió y atravesó tres ciruelas, pero aún seguía hambrienta.
El jueves comió, comió y atravesó cuatro fresas, pero aún seguía hambrienta.
El viernes comió, comió y atravesó cinco naranjas, pero aún seguía hambrienta.
El sábado comió, comió y atravesó un pastel de chocolate, un helado, un pepinillo, un trozo de queso suizo, una rodaja de salame, una paleta, un pastel de cerezas, una salchicha, un pastelito y una tajada de sandía.
¡Esa noche, tuvo un tremendo dolor de estómago!
Al día siguiente era domingo otra vez.
La oruga comió una hermosa hoja bien verde, y se sintió mucho mejor.
Y no tenía hambre, ni era una pequeña oruga. ¡Ahora era una oruga grande y gorda! Construyó una casita a su alrededor – un capullo-y se encerró en ella por más de dos semanas. Un día hizo un agujero en el capullo, empujó un poco para salir y…
¡Se encontró convertida en una bellísima mariposa!
Me encanta la historia. De hecho, la vida real de las orugas que cambian a ser mariposas es algo de la naturaleza que nos fascina. Por qué? Porque una oruga verde y extraña que se convierte en una mariposa brillante y bonita es increíble. La transformación, o la metamorfosis es significante. No debería de sorprendernos que esta historia de una oruga muy hambrienta nos pone a pensar en nosotros mismos. Estamos viendo el evangelio de Mateo, específicamente la historia de la transfiguración. Bueno, les digo que esta palabra transfiguración no es algo habitual. No ocupamos esta palabra en la vida cotidiana. Y la historia en Mateo es un poco rara.
Aunque estamos leyendo el nuevo testamento, esta historia tiene su raíz en el antiguo testamento, realmente la escritura hebrea de los judíos, que se llama el Tora. Si quieren, pueden ver el libro de Éxodo, capitulo 34. Esta historia es muy conocida. Moisés, el profeta, va a la cima de la montana Sinaí. Allá recibe los mandamientos de Dios. Pero miren lo que pasa–cuando Moisés baja de la montana para compartir estas instrucciones con la gente—su cara empieza a brillar y a la gente le da miedo. Los Israelitas no pueden ver a su propio líder, Moisés. Desde este momento y adelante, Moisés tiene que llevar un velo sobre su cara después de hablar con Dios. Es difícil imaginar a Moisés como una novia, verdad? Pero así fue. Y noten que lo que paso a Moisés es similar a lo que paso a Jesús en el evangelio de Mateo. El detalle que Mateo nos da es que la ropa de Jesús cambia a ser de color blanco brillante.
Pero vamos a pensar más en esta palabra transfiguración. Como estamos leyendo el nuevo testamento, el idioma original es griego. La palabra griega por transfiguración es metemorphothe, en español, metamorfosis. Ocupamos esta palabra para describir cuando una oruga muy hambrienta cambia a ser una mariposa. La que emerge de un capullo es completamente diferente a la que entró. Metamorfosis. Transfiguración. Algo nuevo emerge.
También, lo que a mi me gusta mucho de esta historia es que podemos ver la reacción de los tres discípulos de Jesús—Pedro, Jaime [Jacobo], y Juan. Ellos estaban con Jesús en este momento importante. Pero ellos no brillaban como el sol ni llevaban ropa blanca. Pero si vieron algo. Moisés y Elías aparecieron en frente de sus ojos! Y luego, una nube brillante los tapo y la voz de Dios habló desde la nube! Obviamente, estos tres hombres eran más que observantes inocentes. También eran transformados! Se quedaron petrificados, escondiendo sus ojos hasta que Jesús les dijo que fue tiempo para ver hacia arriba. Cuando lo hicieron, Moisés y Elías habían desaparecido al igual que la nube; los discípulos quedaron solamente con Jesús, su maestro. Pero no eran iguales. Nada era igual. Después de esta experiencia, Jesús y sus discípulos empezaron su ministerio. Viajaban a los pueblos. Ensenaron, sanaron, compartieron la misericordia de Dios. Su experiencia en la cima de la montaña les transformó y les dio todo lo necesario para vivir la voluntad de Dios en el mundo.
Entonces, que pasa con nosotros? Vamos a empezar con la experiencia de la montana. Han tenido una experiencia así? Les ha llamado Dios a subir hasta un lugar muy alto para conversar? Pues, a la mejor muchos de Uds. van a decir “no” porque no recuerdan una experiencia santa en la cual Dios les reveló la gloria del Señor personalmente. Yo tampoco no puedo decir esto. Tal vez no han tenido la experiencia cuando las nubes les han hablado o visiones de sus antepasados. Pero recuerden que las experiencias en la montana no son iguales. Dios nos habla donde nos encontramos y como somos. No cada persona responde igual. Entonces, piensen en un momento de su vida cuando sintieron la presencia de Dios. Un momento cuando eran inspirados a creer o tener fe; una experiencia cuando algo los motivó para seguir el camino de amor y misericordia. Tal vez fue cuando eran niños o jóvenes o recientemente como adultos. A la mejor pasó cuando estaban orando o hablando con un amigo muy querido; o cuando estaban estudiando por una examen o cuando estaban trabajando. Piensen. Cuando les habló Dios? O si no saben si han tenido una experiencia así, piensen en un momento de mucha claridad, un momento cuando el amor fue evidente; una experiencia de compasión, perdón o gracia.
Ahora, recuerden lo que pasó después. Que hicieron? Empezaron a ser parte de una comunidad de fe? Empezaron a orar o a leer la biblia? Cambiaron de trabajo o pueblo o aun cambiaron de país? Oraron por la primera vez no por obligación sino por gozo? Pueden ver? Las experiencias de la montana en la comunidad de fe empiezan y terminan con acción. Primero, Dios actúa en la montana. Luego, es nuestra respuesta que sigue. Entonces, la primera cosa para recordar es que nosotros tenemos que bajar de la Montana. No podemos quedarnos en la cima porque no es una realidad. Nuestras vidas no siempre son bonitas ni transcendentes, ni muy espirituosas. De hecho, día al día nuestras vidas son rutinas; son normales; no siempre sentimos la emoción de la montana. Usualmente no tenemos visiones de Moisés o Elías; no siempre oímos la voz de Dios. A veces no podemos ver absolutamente nada y Dios parece muy silencioso.
Sin embargo, vivimos aquí en la tierra muy lejos de la montana. Que hacemos?
La respuesta nos lleva otra vez a la montana. Tenemos que escuchar. Empezamos con esto. Si no escuchamos a Dios, la experiencia no significa nada. Si no escuchamos a Dios no vamos a aprender, no vamos a darnos cuenta de su misericordia y su amor. Hay una razón porque Dios hablo a los tres discípulos y solamente dijo algo simple: Escuchen a mi hijo. Ellos necesitaban oír de Dios que Jesús de Nazaret era más que un hombre loco que caminaba contra la corriente. La enseñanza de Jesús y su ejemplo de vida eran invitaciones a los discípulos para reconocer su propósito en la vida. Amigos, tenemos que escuchar. Si solamente hablamos de muchas cosas y de religión y lo que debemos hacer o lo que otra gente debe hacer—no escuchamos. Y así no actuamos. Pero si escuchamos con paciencia y humildad podemos ser inspirados a vivir como gente de amor, fe, y justicia. No siempre hablaremos sino que actuaremos en nuestra comunidad, en nuestras casas, donde trabajamos, donde estudiamos—donde respiramos. Así la experiencia de Dios es viva, no solamente dicha.
En si, tenemos que cambiar. Moisés bajó de la montana de Sinaí y fue un hombre transformado. Tenía otra perspectiva. Aunque fue una persona muy tímida el decidió ser un líder. Asimismo, cuando Jesús bajó de la Montana su cara brilló tanto que pareció otra persona. Sus discípulos eran cambiados también. No regresaron a su rutina. Eran inspirados para salir de su monotonía. Tenían confianza. Tenían empatía por otra gente. Abrieron sus corazones y mentes para aceptar a cualquier persona. Ya no eran orugas. Eran mariposas. El amor de Dios era evidente en sus vidas. No quedaron en la montana. Decidieron vivir y eso fue una gran bendición para muchos.
Amigos, si decimos que somos personas de fe y mas que esto, si decimos que seguimos a Jesu Cristo, que significa? Para ser sal y luz en el mundo, nuestras acciones tienen que brillar más que nuestras palabras. Perdonamos? Amamos de verdad? Aceptamos? Enseñamos misericordia? Buscamos unidad en nuestro mundo? Tenemos hambre por justicia para toda la gente?
Yo no soy una persona de gran fe. Todavía tengo momentos cuando no escucho bien a Dios o a mi hermano o hermana. A veces me quedo en la Montana. Pero todavía sé que Dios me habla y nos habla hoy. Tenemos la oportunidad para escuchar. La compasión de Dios nos habla de muchas maneras. Para poder escuchar debemos ser hambrientos como la oruga. Debemos tener hambre por la justicia y la misericordia.
Amigos, tenemos que salir del capullo. Porque las mariposas escuchan esta voz que dice: la misericordia de Dios es para todos. La voz dice: vengan, los que tienen hambre. Vengan y cambien. Coman de la comida que satisface. Que se den cuenta que no importa sus situaciones, sus dudas, o sus errores. Todavía Dios les habla. Todavía Dios les ama. Todavía hay oportunidad de cambiar. Son mariposas—con un propósito de escuchar, vivir, compartir, y ser nuevas criaturas. Amen.